Seeking the Face of the Lord
Nuestras prácticas durante la Cuaresma deben conducirnos a la conversión
Es fácil perder de vista el aspecto más importante de nuestra relación con Dios: Dios toma la iniciativa. Él nos ama primero. Él hace de nuestras vidas, nuestras acciones y nuestras oraciones algo positivo. Dios concede la gracia. Nosotros no la fabricamos ni nos la ganamos. Develemos el significado de quien está a cargo en nuestro llamado a la santidad y cuál es el papel que nosotros desempeñamos.
Ya estamos en el cuarto domingo de la Cuaresma. Es hora de detenernos y evaluar si estamos cooperando con las gracias de las que disponemos durante esta temporada, una época extraordinaria para atender a nuestro llamado a la santidad.
Puede que nos parezca sorprendente que, durante la Cuaresma, se nos llama no tanto a la reafirmación, sino a la conversión. ¿Qué significa el llamado a la conversión? Cuando Jesús comenzó su ministerio público anunció que el Reino de Dios estaba al alcance y que nuestra misión era apartarnos del pecado (convertirnos) y volver al Evangelio. Lo que Jesús nos pide es, primero y principal, que estemos listos para el cambio, que no nos conformemos con las actitudes normales de la sociedad en la que vivimos. De esta forma nos liberamos y nos volvemos santos.
En efecto, esto significa que se nos invita a aceptar la gracia de Cristo para discernir frente a las actitudes de la sociedad. ¿Cuáles son los aspectos que requieren de nuestra fe vigilante? Son muchos y muy variados. Veamos algunos ejemplos.
Nos encontramos prácticamente inundados de imágenes comerciales que nos instan a aceptar como “necesidad” aquello que en realidad es un “deseo” innecesario. La mayoría de los productos comerciales que se nos presentan diariamente en televisión y en otros medios de comunicación resultan accesorios de las necesidades básicas de la vida. ¡Incluso nuestras mascotas son las beneficiarias de una industria de $54 mil millones! Como consumidores ¿somos acaso conscientes y realizamos elecciones intencionales? ¿Nos preocupamos por las necesidades reales de las personas pobres?
Desde otra perspectiva significativa ¿estamos alerta a los asuntos éticos de gran importancia en nuestros días? Se ha hablado mucho acerca de “buscar un terreno común” en las cuestiones de la vida humana. Inicialmente parecen buenas noticias. Sin embargo, la evaluación cuidadosa del significado de las propuestas es diferente. Se nos dice que podemos encontrar un terreno común para nuestros esfuerzos, lo cual garantizará que haya menos abortos. Si examinamos más de cerca el planteamiento, encontramos que esto será posible si nuestro país fomenta más y mejores sistemas de anticoncepción. El problema es que apenas si se advierte que el hecho de implementar una mentalidad anticonceptiva no es significativamente diferente de la mentalidad del aborto, ambas parten de la raíz común en contra de la vida.
Asimismo, la controversia y la confusión actual en cuanto a la investigación sobre células madre, también requiere un examen más a fondo. El objetivo de la investigación sobre células madre es positivo e importante. Las posibilidades de hallar la cura para numerosas y terribles enfermedades que afligen a las personas que nos rodean, son prometedoras. La Iglesia Católica propone que la investigación en células madre adultas es moralmente aceptable, provechoso y de efectividad comprobada.
Sin embargo, la industria de las células madre prefiere promover la investigación de células madre embrionarias como una vía más prometedora, cuando de hecho, se cuenta con muy poca o ninguna evidencia de que sea así. En cualquier caso, el problema con la investigación de células madre embrionarias es que requiere el cultivo de embriones, lo cual supone la aniquilación de la vida humana. La fuente de prácticamente todas estas células madre es el aborto.
En esta controversia uno puede llegar a creer inicialmente que, debido a la oposición de la Iglesia a la investigación de células madre embrionarias, estamos en contra del progreso médico y tecnológico. Las personas afectadas son las víctimas. Nuestra fe nos dice que uno no puede hacer el mal para hacer el bien. El procedimiento en contra de la vida para promoverla es contradictorio.
La pornografía se ha vuelto una industria increíblemente enorme en nuestra cultura. La aceptación de la pornografía se ha colado precipitadamente en el público de los medios de comunicación. El fácil acceso y el anonimato de los usuarios de Internet se han vuelto un mal moral gravemente destructivo, por no mencionar severo, que está surtiendo efectos devastadores en el matrimonio y en la vida familiar.
La adicción a la pornografía está muy cerca del abandono y la pérdida de sensibilidad por el papel que juega la modestia en la conducta y la vestimenta. En esta época escuchamos mucho acerca de personas que no respetan los límites apropiados de la conducta humana. Los rabinos hablan de una “cerca alrededor de la ley”. La interpretación tradicional de nuestra Iglesia de la conducta casta es simplemente uno de esos límites que toda persona humana necesita. La castidad como virtud no está pasada de moda.
En la Cuaresma recibimos gracias especiales que agudizan nuestra disposición para cambiar nuestras actitudes en el mundo real. Y, de hecho, las prácticas durante la Cuaresma juegan un papel fundamental ya que despiertan nuestros cora zones para escuchar a Jesús y a la Iglesia, al tiempo que nos asisten en el camino a la conversión, la santidad y la libertad. †