Seeking the Face of the Lord
La campaña “Legado de nuestra Misión” mantendrá firme la educación católica
Hace un par de semanas en la Cena Anual del Legado, la escuela secundaria Thomas Scecina Memorial High School en Indianápolis le entregó a la Arquidiócesis de Indianápolis su Premio Anual al Benefactor. El director y los funcionarios de Scecina han calculado que durante los últimos 13 años, se han recibido más de $12 millones de parte de nuestras parroquias, por medio de la anterior campaña Legado de Esperanza y de la campaña Marcando la Diferencia, además de un adelanto de la campaña actual del Legado de Nuestra Misión.
Acepté el galardón en nombre de todas las personas generosas de la arquidiócesis en el centro y el sur de Indiana. También otorgué un reconocimiento a las comunidades corporativas y fundaciones por asociarse con nosotros y apoyar la educación católica. Por supuesto que la escuela Scecina Memorial High School no ha sido la única beneficiaria del apoyo brindado por muchos compañeros generosos.
He dicho muchas veces que la “arquidiócesis” no es el conjunto de oficinas y agencias localizadas en la 1400 North Meridian Street en el centro de Indianápolis. Todos ustedes, los habitantes de nuestras 150 parroquias, desde Terra Haute hasta Richmond, desde la calle 96 en el Condado Marion, de Tell City a Lawrenceburg, hasta Jeffersonville y New Albano en el Río Ohio, conformamos la arquidiócesis de Indianápolis.
Resulta alentador saber que cada vez se hace más evidente el hecho de que, si bien la Iglesia existe a escala parroquial, la Iglesia es más que cada parroquia. Estamos comenzando a entender que hay ciertas cosas que no podemos simplemente lograr por nuestra cuenta. Cada vez nos hacemos más conscientes de que nos necesitamos mutuamente y que el Señor nos ha llamado a ayudarnos entre nosotros.
Cuando llegué a Indianápolis en septiembre de 1992, hallé en mi escritorio un paquete de estudios de diversos ministerios de la Iglesia. Creo que había alrededor de 11. Mi predecesor, el querido Arzobispo Edward T. O’Meara, había encargado dichos estudios.
Uno de los tomos más gruesos se trataba de un estudio sobre el futuro de la educación católica. Sus proyecciones eran bastante sombrías. Mientras más discutíamos dicho estudio y la situación de nuestras escuelas, más nos sentíamos inclinados a afirmar que la educación católica, especialmente para los pobres y los marginados, constituye una parte esencial de nuestra misión como Iglesia. El sendero resultaba claro. Tenemos un compromiso con la educación católica. Trece años más tarde, continuamos comprometidos con la educación católica.
El pasado julio los obispos de los Estados Unidos emitieron una declaración titulada “Renovación de nuestro compromiso con las escuelas católicas elementales y secundarias en el tercer milenio”. En dicha declaración renovamos el compromiso que realizamos en una declaración en 1990. En aquél momento, nosotros como obispos, nos comprometimos incondicionalmente y a toda la comunidad católica, a cumplir con los siguientes objetivos:
1. Las escuelas católicas continuarán proporcionando educación de la más alta calidad, basada en el Evangelio.
2. Habrá escuelas católicas a disposición, accesibles y al alcance.
3. Los obispos lanzarán iniciativas tanto en el sector privado como en el público, para obtener asistencia financiera para los padres, los educadores fundamentales de sus hijos, a fin de que puedan ejercer mejor su derecho a elegir las mejores escuelas para sus hijos.
4. Las escuelas católicas estarán dotadas de administradores y maestros altamente calificados quienes recibirán salarios y beneficios justos, tal y como expresamos en nuestra carta pastoral “Justicia Económica para Todos”.
El mundo continúa cambiando y nuestra misión de la educación católica en las escuelas sigue poniéndose a prueba. Es una labor ardua mantenernos firmes en el compromiso de hacer que nuestras escuelas católicas estén al alcance y sean accesibles para nuestros hijos, especialmente para los pobres y los marginados. Sin embargo, ellos están incluidos en la misión de Jesús de un modo especial. Constantemente destaco que la educación católica, en su enfoque holístico, académico, espiritual y moral, proporciona la clave más efectiva para romper el ciclo de la pobreza entre nosotros.
Puedo dar fe sobre el valor de la educación católica por medio de mi propia experiencia personal. No creo que hubiera llegado a ser un arzobispo, un sacerdote o benedictino sino no hubiera recibido la dádiva de una educación católica y una formación religiosa de primera desde muy temprano en mi vida. La formación de la personalidad y de una fibra moral, además de una mente, un cuerpo y un alma íntegra constituyen un obsequio que continúa rindiendo frutos.
No es de sorprender que una de las características más importantes de la campaña Legado de Nuestra Misión por los Niños y el Futuro, sea la misión de la educación católica. Queremos que todas nuestras escuelas crezcan y se desarrollen. Deseamos que sean las mejores en el ámbito académico, espiritual, moral y atlético. Ciertamente existen desafíos en el tercer milenio. Pero pretendemos hacerles frente.
Por favor ayúdennos con el Legado de Nuestra Misión. Es por nuestros niños y jóvenes y por el futuro.†