November 29, 2024

Cristo, la piedra angular

Mientras damos gracias, también esperamos con esperanza la venida de Jesús

Archbishop Charles C. Thompson

Hoy es el día después de Acción de Gracias y dos días antes del primer domingo de Adviento. Estamos concluyendo lo que muchos llaman el “mes de la gratitud” e iniciando las temporadas de Adviento y Navidad. Este es verdaderamente un tiempo de agradecimiento, esperanza y alegría.

Ayer nos unimos a nuestros compatriotas estadounidenses para dar las gracias por todos los abundantes dones que Dios ha concedido a nuestro país. Al hacerlo, reconocimos nuestra responsabilidad de compartir estos preciosos dones con los demás, especialmente con nuestras hermanas y hermanos pobres, sin hogar, desempleados o que sufren otras formas de empobrecimiento (mental, físico y espiritual).

Somos un pueblo bendecido—aun a pesar de todos nuestros defectos—y al ofrecer gracias y alabanzas a Dios todopoderoso, debemos comprometernos a trabajar juntos por la justicia, la igualdad y la paz aquí en casa y en todo el mundo.

La gratitud nos prepara para la esperanza. A menos que podamos apreciar las cosas buenas de la vida, es imposible tener verdadera esperanza. Sin el agradecimiento, el mundo sería un lugar oscuro y peligroso. Si siempre estamos enojados y resentidos (incluso cuando tenemos buenas razones para estar descontentos con aquello que nos causa pena y angustia), no podremos ver la luz al final del túnel.

La esperanza debe basarse en algo tangible: en el bien que experimentamos incluso en los peores momentos. Por eso celebramos la Santa Cruz, un instrumento de tortura que se ha pasado de ser un símbolo del final para transformarse en un puente hacia una vida nueva y eterna.

El Adviento es un tiempo de preparación que se centra en aguardar con gozosa esperanza la venida del prometido desde el principio de la historia de la humanidad. Jesús, el Hijo de Dios encarnado, vino a nosotros hace más de 2,000 años para salvarnos de los horrores del pecado y la muerte. Todos los días acude a nuestro encuentro en el sacramento de la sagrada Eucaristía donde está realmente presente para nosotros, y en nosotros, cuando recibimos su cuerpo y su sangre y cuando le adoramos en el Santísimo Sacramento. Y aun así, esperamos con impaciencia otra venida al final de los tiempos.

El Adviento celebra todas estas manifestaciones de la venida del Señor entre nosotros: pasadas, presentes y futuras. Nos inspira un profundo sentido de agradecimiento (que es lo que significa la palabra «eucaristía»), así como también de esperanza que nos permite soportar los sufrimientos y las pruebas del presente con confianza en la alegría que está por llegar.

El papa Benedicto XVI escribió sobre las dos grandes figuras que dominan las lecturas de las Escrituras durante el tiempo de Adviento. María, la madre de Jesús, y Juan el Bautista, el último gran profeta y precursor del Mesías, nos enseñan con sus palabras y su ejemplo lo que significa ser paciente, humilde, puro y totalmente obediente a la voluntad de Dios. Son verdaderas figuras del Adviento, signos de esperanza en un mundo amenazado por la desesperación.

Resulta fascinante observar que las lecturas del Evangelio del Día de Acción de Gracias (jueves de la 34.ª semana del tiempo ordinario) y del primer domingo de Adviento contienen ambas el mismo pasaje de san Lucas:

Tal como nos dice el Evangelio según san Lucas de este domingo: “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas. Las naciones de la tierra serán presa de confusión y terror a causa del bramido del mar y el ímpetu de su oleaje. Los habitantes de todo el mundo desfallecerán de miedo y ansiedad por todo lo que se les viene encima, pues hasta las fuerzas celestes se estremecerán. Entonces se verá llegar al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando todo esto comience a suceder, cobren aliento y levanten la cabeza, porque la liberación ya está cerca” (Lc 21:25-28).

Jesús les está diciendo a sus discípulos, y a todos nosotros, que seamos personas de esperanza que nos mantenemos erguidos y levantamos la cabeza porque creemos con fe inquebrantable que nuestra redención está cerca. Es la culminación del agradecimiento, la esperanza y la alegría que celebramos durante esta época tan sagrada del año.

La primera lectura del próximo domingo del Libro de Jeremías recuerda estas palabras proféticas: “Ya llegan días—oráculo del Señor—en que cumpliré lo que anuncié sobre Israel y Judá. En aquellos días y en aquel tiempo le brotará a David un vástago legítimo que impondrá en el país la justicia y el derecho. En aquellos días Judá quedará a salvo y Jerusalén podrá vivir confiada, y la llamarán el Señor es nuestra justicia” (Jer 33:14-16).

Las pruebas y tribulaciones simbolizadas en las Sagradas Escrituras por signos ominosos en los cielos y en la Tierra no son motivo para rendirse. Más bien, nos desafían a aumentar nuestra esperanza tanto en la presencia de Jesús como en su futura venida.

Cristo viene de nuevo. Esperemos esta Bendita Esperanza con agradecimiento y alegría. †

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