El rostro de la misericordia / Daniel Conway
El Papa Francisco comparte las ‘Bienaventuranzas del Obispo’
En una reunión de la Conferencia Episcopal Italiana el mes pasado, el Papa Francisco compartió una reflexión escrita por el arzobispo de Nápoles, Domenico Battaglia. Las “Bienaventuranzas del Obispo” ofrecen algunas ideas sorprendentes sobre la perspectiva del Papa Francisco con respecto al ministerio episcopal.
He aquí las ocho “Bienaventuranzas del Obispo”:
—“Bienaventurado el obispo que hace de la pobreza y del compartir su estilo de vida, porque construye el Reino de los Cielos a través de su testimonio.”
El Papa Francisco ha expresado a menudo su esperanza de que los líderes de la Iglesia, y la propia Iglesia, “sean pobres” y “estén ahí para los pobres.” En el espíritu de su homónimo, san Francisco de Asís, el Santo Padre nos exhorta a todos, pero especialmente a los que ocupan puestos de liderazgo, a acoger la pobreza como lo hizo Jesús.
—“Bienaventurado el obispo que no teme mancharse el rostro de lágrimas, para que se reflejen los sufrimientos de las personas, el cansancio de los sacerdotes, y que encuentra el consuelo de Dios en el abrazo del que sufre.”
“Ternura” y “cercanía” son características que el Papa Francisco sugiere con frecuencia como signos de la presencia de Dios. Especialmente en este tiempo de Adviento, el Papa nos recuerda que el Señor “se acerca,” que no se mantiene distante sino que es “Dios con nosotros” (Emmanuel).
—“Bienaventurado el obispo que considera su ministerio como un servicio y no como un poder, haciendo de la mansedumbre su fuerza, dando a todos el derecho de ciudadanía en su corazón, a habitar la tierra prometida a los mansos.”
La paradoja del liderazgo cristiano es que todo el poder y la autoridad provienen del servicio desinteresado y abnegado. Los líderes que prestan servicio siguen el ejemplo de Jesús, que vino a servir, no a ser servido.
—“Bienaventurado el obispo que no se encierra en palacios de gobierno, que no se convierte en un burócrata más preocupado por las estadísticas que por los rostros, por los trámites que por las historias, y que busca luchar junto al hombre por el sueño de justicia de Dios, porque el Señor, al que encuentra en el silencio de su oración diaria, será su alimento.”
El Papa Francisco nos recuerda que los discípulos misioneros de Jesucristo deben ir más allá de su comodidad para satisfacer las necesidades del pueblo de Dios incluso en las “periferias,” los extremos más lejanos de las fronteras sociales.
—“Bienaventurado el obispo que tiene un corazón por la miseria del mundo, que no tiene miedo de ensuciarse las manos con el barro del alma humana para encontrar el oro de Dios, que no se escandaliza por el pecado y la fragilidad de los demás porque él es consciente de su propia miseria, porque la mirada del Crucificado Resucitado será para él el sello del perdón infinito.”
Recordemos la imagen del Papa del “olor a oveja” que, según él, debe identificar a los verdaderos pastores. Los obispos no deben actuar como príncipes que están por encima de la contienda sino que deben estar familiarizados con la suciedad y la monotonía de la vida cotidiana de la gente.
—“Bienaventurado el obispo que destierra de su corazón los dobleces, que evita cualquier dinámica ambigua, que sueña con el bien en medio del mal, porque podrá alegrarse en el rostro de Dios, encontrando su reflejo en cada charco de la ciudad de los hombres.”
Los líderes pastorales deben ser puros de corazón, no engañosos ni deshonestos en su trato con los demás. Incluso cuando se enfrentan a intrigas políticas o a controversias públicas, los obispos deben “decir la verdad con amor.”
—“Bienaventurado el obispo que trabaja por la paz, que acompaña los caminos de la reconciliación, que siembra en el corazón del sacerdote la semilla de la comunión, que acompaña a una sociedad dividida en el camino de la reconciliación, que toma de la mano a cada hombre y a cada mujer de buena voluntad para construir la fraternidad: Dios lo reconocerá como su hijo.”
El Papa Francisco describe a los líderes de la Iglesia de tres maneras: los que caminan delante de la multitud (líderes), los que caminan junto a su gente (acompañantes), y los que apoyan a la retaguardia (seguidores). Los tres son necesarios. Todos construyen la unidad, la fraternidad y la paz.
—“Bienaventurado el obispo que, por el Evangelio, no teme ir a contracorriente, con rostro decidido como el de Cristo en su camino a Jerusalén, sin dejarse reprimir por incomprensiones y obstáculos, porque sabe que el Reino de Dios avanza en medio de las contradicciones del mundo.”
Los obispos, los pastores y todos los líderes de la Iglesia deben tener la mente de Cristo, sin dejarse intimidar por la oposición o la tentación, mientras recorren juntos el camino sinodal hacia el reino de Dios. El testimonio de los mártires y de todos los santos debe ayudar a los obispos a sortear las dificultades que deben afrontar al conducirnos a la patria celestial.
(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.) †